José Almansa es abogado en Servicios Jurídicos Administrativos, con más de veinte años de experiencia en derecho administrativo y contratación pública. Ha asesorado tanto a empresas como a Administraciones públicas, centrando su práctica en la defensa jurídica en recursos y tribunales, así como en el asesoramiento empresarial y de proyectos.
Cómo conocer el marco regulatorio de nuestro trabajo puede facilitarlo en el día a día.
No hace mucho tiempo los no tan jóvenes podrán recordar que el mundo se definía básicamente en categorías binarias, como si de un lenguaje informático se tratase. Esta simpleza nos parecía entonces poco sofisticada y, sin embargo, ahora genera nostalgia. Pero más allá de esta reflexión, recordamos que una de esas categorías era la de carreras “de letras” y “de ciencias”.
Ya desde la educación preuniversitaria parecía existir un imperativo social para decantarse por alguna de ellas. Esta decisión se revestía de un carácter trascendente para la adquisición de competencias y conocimientos y, quién sabe, si como definitoria de los misterios mismos de la personalidad. Estudios científicos (1) exponen las diferencias de habilidades cognitivas y procesos mentales entre personas de carreras STEM y de humanidades o derecho, habiéndose observado, entre otras muchas, que los primeros muestran respecto de los segundos menores habilidades de empatía y comprensión lectora, sin perjuicio de sus muchas fortalezas sobre todo en pensamiento matemático y sistemático. Por lo tanto, quién sabe.
En todo caso, actualmente esta perspectiva no puede imponerse en el día a día de nuestro trabajo como una limitación o tributo que nos hiciéramos pagar a nosotros mismos.
El presente está en manos de las carreras STEM, sirviendo de ejemplo el fragmento viral de la entrevista de Tim Cook, CEO de APPLE, en el que afirmaba que el motivo de la fabricación en China no eran los reducidos costes laborales sino las habilidades de ingeniería de los trabajadores, disponibles además en un gran número comparado con USA.
Sin embargo, actualmente existe también en todo el mundo un exceso regulatorio, especialmente agravado en la Unión Europea. Es una realidad que no se puede obviar ni eludir y que se manifiesta en la actividad más ordinaria. Si para acampar con tu vehículo en el monte sin riesgo de sufrir cuantiosas multas hay que conocer al menos superficialmente normativa de diverso ámbito territorial (estatal, autonómica y municipal) y competencial (de tráfico, urbanística, turística), cuánto más en el desempeño de las materias que componen nuestro trabajo diario hay que conocer las normas que les afectan.
El conocimiento de esta normativa es eludido a veces bajo el pretexto de lo resolutivo, o de la simplificación, pero la complejidad creada por el exceso de las normas no puede ser obviada dado que no pueden obviarse las consecuencias de su incumplimiento.
La única manera de simplificar es comprender mejor el contexto normativo y regulatorio que nos afecta para completar la perspectiva en la toma de decisiones y facilitar el trabajo diario, intentando que sea en la medida de lo posible como antes del exceso de las normas.